Margarita ascendía a los cielos no había más sólo ese trueno sonaba a lo lejos.
Y ese hombre abatido la contemplaba con su brillo de nácar en su cama de plumas revueltas había perpetuado apetitosas faenas delirio de otoño que cursa latente en contenido añejo.
Continente que sólo queda como versos y cuadros de sala.