El ángel caído se posa justo en el pecho de María Magdalena en ese cuadro de la Ultima cena. Decide sorprenderla y le da besos de fuego. Todos se quedan atónitos. Y Jesús se regodea frotándose las manos. El recupera sus alas y va justo al centro de un cielo donde los surcos son libres.
Desde mi casa ostra.
En marzo del 2017.
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